La cadencia en la escena de la poesía

 

Quiero decir Esa voz uniendo otras voces y la propia, a la vez que baja a las costumbres cotidianas en un inesperado brindis nocturno:

-¡salud! Moore, voy a hablar de vos y tu poesía (que es lo mismo)-

“en la noche prendida de silencio/ cuando mueren los televisores/ de las sombras nace la poesía”.

Recorriendo los arriesgados caminos de la síntesis, la provocación instantánea y el sonido irregular de las diferentes voces. Y la voz versal de Moore atraviesa la tormenta , y el volumen del humo del cigarrillo fuga la imagen de la pantalla.  ¡Ya es hora!  “ una manzana en la boca de una mujer desnuda/ justifica el estado de las cosas”.

Entonces todos somos “plegaria” en la noche más ardiente, cuando el pecado se repite y el brindis a solas con Auden: “ el siglo nos presentará/ las imaginadas ruinas”, elevando así el canto luctuoso hasta las efímeras contradicciones; o “ los esfínteres túmidos” como receta mágica del placer de respirar.

Moore, como socio del viento, escarba los rincones, vértices magnéticos; alimenta “el agrio perfume del licor” y nos presenta la diversidad de territorios de la lengua poética; navegante de palabras con historias, sonidos y volúmenes. Hecho de viajes y memoria como un ave iridiscente, esperando el clima y la seducción posible. ¡Salud! Moore.

En tu poesía hay que meterse, rociar con nafta los bordes y encender un fósforo”…neutrones catones/ átomos mamones…” , beber en el vórtice una copa de alcohol, “los pechos de esa mujer sedienta” (la poesía en la palma de la mano), las múltiples caras sin descanso, la pluma perpetua aplastando la inocencia:”…el sol de la infancia huye en la noche?”. Y qué piel a la intemperie desordena las mustias flores enfermizas donde Baudelaire claudicó?

Hablamos de cartas y de poemas “-mis dedos restregan su pelo-“ y la sombra se agita en el próximo papel en blanco “ y yo/ yo sigo siendo”, una larga voz encontrando “la reconocida belleza de tus actos”. Dice sus versos versal en la metáfora del silencio, y recorre de memoria las sólidas caras de la luna, “ todo lo que fue o pudo haber sido”.

Una carta de Feng a Tu Fu: “…hermano mío imagino a la distancia/ tu preocupación, tus laboriosas jornadas/ protegido por la sombra de grandes árboles/ en cuyas ramas los ágiles gibones aúllan desesperados”, y esos aullidos que forman parte de vos y aún más en todo lo calcinado, gritos mudos que agonizan cuando la libertad se cae.

Supongamos que todo es desvelo, entonces todo es desvelo, y esa caricia que arranca la piel de cada uno de tus poemas, hace carne desgarrada en el deseo de ser: “en ese preciso instante/ en nuestro encierro/ en esa habitación de paredes carcomidas/ estaremos solos ante cada una de ellas…”, desvelo por una fotografía familiar, casi cayendo al fondo del precipicio (rociar con nafta los bordes y encender un fósforo).

Historia Moore en la complejidad de silencios y un disparo de palabras.

Escucho el ruido del hielo en el vaso de wiskhy, y siento las “partes mínimas” como cadáveres abyectos en la máxima expresión, un cuerpo integrado al mismo verbo que fue génesis y suspiro, el alma viento que roza las espinas y forma parte de ellas.

Es tu misa, Moore, siempre es la celebración de la voz expuesta al límite de la verdad, decir y no decir, y todos somos cómplices.

Hasta cuando, hasta cuando, si las vidas se tornan caóticas en la contaminación mediática: “el amable anciano de cuidada barba/ llamado dios en el reino de los cielos/ agita suavemente la mano/ indicándole a un ángel secretario/ que es tiempo de retirar de su presencia/ a tanto recién llegado.”

Moore se acuna, se despacha y sospecha; actos concretos de trayectoria y basado en un extraño puente irlandés, rioplatense, norteamericano y arcángel.

La voz para decir: “ la boca del tiburón/ en que mar/ en que desconocida profundidad/ suena en sordo golpe/ los poderosos maxilares/ uno contra otro los dientes afilados/ yo mismo caminando en la playa…”

Cae secreto en la cotidianeidad de los suburbios shopping y el bar hundido en noches de putas. Mártires soda. Verbos sin seda, una columna caras asqueando la nuca, una lágrima estampada en un columpio de frágiles demandas…¿y somos tan silencio como el secreto Moore?

Abre la voz versal (a pesar de la continuidad de las minúsculas), para explicar casi subrepticiamente, que hay un camino: disciplina, constancia y solidez; y una trayectoria para “esa lengua que nos habla”.

Y con un cincel graba los versos como referente de la poesía finisecular.

-¡Salud Moore!, voy a decir de vos y tu poesía (que es lo mismo)-      

 

 

JORGE RIVELLI