LA POESÍA COMO REVELACIÓN Y EXILIO”

Un análisis de la obra del poeta Amaro Nay

 

 

Amaro Nay en Cordoba circa de 1973

 

 

Existe en la poesía la posibilidad de acceder a nuevos espacios a través del texto.

Espacios en los que las dimensiones temporales suelen simplificarse hasta hacerse epopeyas narrativas de significaciones cotidianas y parciales, en los que los poemas funcionan como una amalgama de sucesos fragmentados que van definiendo un todo orgánico. Mas la poesía suele trascender esas posibilidades formales y exceder sus dimensiones escatológicas y políticas, para hacerse un hecho estetizante que va modelando nuevos universos mitológicos, paisajísticos o discursivos, que determinan las especificidades textuales de la creación, a partir de la indagación en un eje temático
o técnico que irá determinando la particular poética del escritor, presentada como suma de imágenes o secuencias rítmicas, visto como polos no excluyente s de los artificios del lenguaje, aunque pocas veces conciliables.

Los poemas de Amaro Nay, desde Dalterius hasta Riquil-dá, se habían caracterizado, casi como sello escritural, por una opción por un naturalismo preferentemente marino y de referentes cósmicos -entre la fertilidad de la madre, la tierra, el amor, el mar, las olas, el viento, lluvia, sol, cielo, luna, estrellas, flores, peces, pájaros-, como un marco en el que los hombres ocupan un centro arquetípico, en el que los fenómenos y las fuerzas naturales son confrontados con los hechos y la labor cotidiana, descarnada y sufrible, ante la lucha por la permanencia, por la subsistencia y por la creación.

Sortilegios para la casa rota parte de un punto nodal diferente, pues los poemas aquí experimentan un quiebre confesional, intimista y social no tan visibles en textos
anteriores. El escritor que poetizaba la naturaleza, parte ahora de una búsqueda por reencontrarse consigo mismo y con una memoria asediada por el desencanto, desde una conciencia desterritorializada y el intento de relocalización en una cartografía ajena y conflictiva, ante la sensación de desarraigo que moviliza sus versos, ante la conciencia de una “patria ausente” y un territorio presente que lo alberga.

Hay en estos versos rezagos de un espacio mental fronterizo, de un territorio neutro, intermedio, que funciona como una limes, más psíquica que fisica, que va determinando un ostracismo que parte de una topografia imaginaria, marcada por un extrañamiento ante lo que se revela, en términos de Marc Augé, como un no lugar, o como un nuevo espacio para el anonimato. Ante la manida sensación de inserción y no inserción en un espacio fisico específico, entre dos territorios o dos patrias que nos irán dando la clave del discurso del autoexilio.

Desde el título, Sortilegios para la casa rota, nos refiere a un espacio “social” íntimo pero quebrado, donde los poemas son presentados casi cinematográficamente, a partir de antinomias que contrastan el silencio con el bullicio, entre el individualismo y la labor colectiva, como dos polos de tensión lindantes entre la vida y la muerte, entre lo sagrado y lo profano.

Melancólicos Mendigos Cantan / y adornan nuestras ropas con limosnas / Como a
Cristo sentado a la diestra 
/ de algún amigo nos miraremos las manos /Algunas veces todos
los dias 
/ un pan duro queda en la mesa / cotidianamente acumulado.

Quizá la noción de sentirse extranjero e integrado a la vez, en un territorio mental y en un espacio cultural que se siente propio y a la vez ajeno, haya determinado ese sello indeleble en la conciencia del migrante, que cuando es un poeta suele intentar refundar un territorio, a partir de una imaginación que profundiza el enrarecimiento nostálgico de lugar hacia nuevas cartografías que parecen textualmente vívidas, donde lo político se diluye en lo cultural, permitiéndole construir un universo ficcional que le permitirá reconocerse insertado. Christine Brooke-Rose, sostenía que estas actitudes funcionaban como la manera distintiva de todo exilio, en especial el de un escritor, que tiende a caracterizarse por el rechazo a ser integrado -yo agregaría también la imposibilidad de integrarse-, y su deseo de edificar un espacio fisico propio, distinto a aquel en el que los otros están establecidos. “¿acaso todo poeta o novelista no es una especie de exiliado, que mira desde afuera una deseable imagen del pequeño mundo creado para el espacio de la escritura?”.

Amaro Nay cita como epígrafe al peruano Scorza: “Cuando la libertad abra sus alas sobre mi país desesperado volveré”. Hay en los versos del poema Perú una visión entre nostálgica y desencantada, entre la idea del retorno y la renuncia, graficada en un amor conflictuado: “Cómo no sentir en mi cuerpo / tu ciudad de Dios / con las calles sin nombre / en el pecho de los que madrugan “, como una invocación un tanto distante al país desgarrado pero querido de Javier Heraud, de Palabras de guerrillero: “Porque mi patria es hermosa / como una espada en el aire / y más grande ahora y aun / más hermosa todavía, / yo hablo y la defiendo / con mi vida”.

Tal vez estos versos sean sintomáticos del desgarro y el distanciamiento experimentado ante la patria ausente, ante las referencias étnicas, sociales y geográficas presentes en el libro: “Pero te quiero así / con el hambre de los negros/ y el silencio de los indios / te quiero junto a los espermas / de los prostíbulos oficiales/ con los hospitales llenos / de niños abandonados”, o en la invocación de su poema Vals:

“Cuéntame de nuestro país / de su cuerpo de arena / de su sangre de mar / de sus raíces”, o los versos de La última noche de Atahualpa, con un ritmo de invocación más bien arguediano.

Quizás la idea de patria sea más bien un estado mental, como solía definir las ciudades Simmel. El poema Aquí se presenta como una reflexión sobre ese extrañamiento ante la patria nueva: “Si me quedara aquí / con un rostro indígena / entre los barrios grises”, además de una suerte de contrapunto sensible en las referencias a Argentina y a su música, como en Final de Tango: “Las ganas que uno tienen / de andar alguna vez / por estas calles / aunque no se viva / en Buenos Aires / y esta casa haya dejado de ser nuestra”

Sortilegios para la casa rota podría funcionar como un viaje continuo, desde los orígenes hasta el centro, pues el libro es cerrado con un conjunto de poemas que, a manera de crónica de viaje, va definiendo el deslumbramiento ante sus desplazamientos
en Alemania. El poema El muro, aborda la nueva realidad con un matiz menos culturalista y más cosmopolita, donde se mezclan referentes de su sentida patria nueva, más querida aún desde la distancia, a partir de Íconos de la música argentina y el amor comprado en una “ciudad sin primaveras” y fría, donde el deslumbramiento incita a la apropiación, a la normalización, y la nostalgia interiorizada por entidades argentinas
ausentes, en una encrucijada que va caracterizando al libro en general, entre sus deseos de inserción y sus resistencias a ello, donde Sortilegios … se presenta como una posibilidad transculturada o de alumbramiento global, en el que los problemas sociales suelen reconocerse diseminados en todos lados, repitiéndose de la misma forma pero diferentes.

 


(c) RAFAEL OJEDA

(c) Fotografía de Amaro Nay en Córdoba : Francisco A. Chiroleu. Todos los derechos reservados.