REINALDO ARENAS Y LOS CAMINOS DE MARIEL

 

reinaldo arenas- paris 1985

 


 

Mariel es un poblado de Cuba, ubicado en la bahía del mismo nombre en la Habana. En 1980 miles de Cubanos inconformes con el régimen revolucionario de la isla protagonizaron la famosa fuga del puerto de Mariel hacia los Estados Unidos. A estos se les llamó «marielitos». Los marielitos eran los indeseables del régimen de Fidel Castro, un nutrido grupo de disidentes, criminales y homosexuales a los que les fue facilitada su huida de Cuba, a modo de depuración de lacras sociales, de purificación de la patria.

Reinaldo Arenas nació en un hogar campesino de Holguín, pueblo rural del interior de Cuba, en 1943, nunca conoció a su padre. Durante el gobierno de Batista su familia sufrió la pobreza y marginación de un sistema injusto. Tenia 15 años cuando el 1 de enero de 1959 triunfó la revolución que animaba sus ansias juveniles, al poco tiempo se unió a ella en las sierras de Gibara. Más tarde en la Habana estudió en la universidad y trabajó en la Biblioteca Nacional. Su vida se desarrollaba dentro de los márgenes de la normalidad de quien trabaja al servicio de la revolución y se identifica con sus ideales de libertad y justicia. Pero poco a poco fue notando que ese sistema no lo aceptaba y desconfiaba de él por ser diferente, por ello fue perseguido y encarcelado.

El escritor desencantado

Arenas era un escritor desenfrenado y homosexual, alguien que pretendió vivir con la misma intensidad con la que escribía. La segregación y el constante temor a la delación por su conducta sexual excesiva hicieron que su prematuro fervor revolucionario se fuese apagando, tornándose en desencanto y resentimiento.

Cuando fugó como marielito sólo había publicado dos novelas. Celestino antes del alba, en 1967, novela que enarbola la imaginación como posibilidad efectiva de escapar de una realidad opresora, en la que un niño que habita en la miseria se enfrenta a ella inventándose un compañero imaginario, encarnación de todos sus deseos. Y El mundo alucinante, libro que, pese a estar ambientado en otra época, fue censurado en Cuba por contener pasajes contrarrevolucionarios. Este libro, tras ser sacado clandestinamente de la isla con la ayuda de unos amigos, fue publicado en Francia en 1968, y en España y México un año después. Pero nadie podía publicar sin la autorización de la Unión Nacional de Escritores y Artistas De Cuba (UNEAC), porque era un delito. Arenas lo había cometido lo cual agravará decisivamente su situación política, determinando que sea inscrito en la lista negra de sediciosos y contrarrevolucionarios.

El rápido éxito de dicho libro, tras su accidentada publicación, lo colocó entre los escritores de mayor interés de su generación. Plagado de elementos de realismo mágico, relata la vida novelada del histórico Fray Servando Teresa Mier, cura mexicano perseguido y acusado de hereje por difundir ideas hace mucho olvidadas, y que imbuido probablemente de ideas lascacianas, tomó partido por la causa indígena y sus deseos independentistas, lo cual le dio esa imagen de rebeldía mística que Arenas reconstruye.

La condena a la homosexualidad nunca fue política estatal en Cuba, sino fue reprimida bajo el título de «conducta impropia», y las personas que incurrían en ello eran confinadas en los Campos de la Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP) cuyo objetivo era la readaptación sexual y social.

Virgilio Piñera, autor de Cuentos fríos y La carne de René, notable escritor cubano alguna vez celebrado por Borges, sufrió de estos encierros, su delito: ser diferente y tener una conducta sexual impropia. Por ello fue recluido obligado a trabajos degradantes en las peores condiciones, y aplastado por la maquinaria represora a tal punto que dejó de escribir.

Otra vez Mariel

Una experiencia parecida inspiró a Arenas su novela Arturo, la estrella más brillante (1984), libro en el que narra los suplicios de un homosexual en un campo de reeducación cubano. En 1974 Reinaldo había sido encerrado en la prisión del Morro, lugar en el que permaneció un año y seis meses, tachado como corruptor, luego de que uno de sus jóvenes amantes lo acusará por maricón y abuso sexual.

Pero Arenas no se readaptó ni sucumbió. Y al sentirse más repudiado y agobiado por un sistema que lo excluía y despreciaba por ser homosexual, decidió huir. Dicen incluso que una de las embarcaciones en la que huyó se llamó Mariel Harbor. Tal vez por ello, después de instalarse en Miami, fundó una revista que llamó Mariel, pues pese a la fama de criminalidad que rodeó a dicha huida -entre supuestos delincuentes y demás indeseables- la palabra Mariel representó para él ese eterno deseo de evasión hacia la libertad.

«¿Qué libro abierto al azar me restituirá la fe en las palabras?... ¿Qué recogimiento exhalará el oscurecer y su complicidad me abarcará?»

Pero al trasladarse a Nueva York sus esperanzas se irán diluyendo ante la ficticia libertad del capitalismo, entre los desvalores de la miseria y la marginación que no desaparece y aumentará aún más cuando en 1987 -tenía sólo 42 años y mucho por escribir- se le diagnosticó sida. En su novela El portero (1989) da testimonio de ese Nueva York mezquino y cruel hasta la locura que le tocó vivir.

En el prólogo de su libro de poemas Voluntad de vivir manifestándose, de 1989, sintetiza su vida describiendo sus sucesivas estancias: «El envilecimiento de la miseria durante la tiranía de Batista, el envilecimiento del poder bajo el castrismo, el envilecimiento del dólar en el capitalismo- y como si esto fuera poco he habitado los últimos nueve años en la ciudad más populosa del mundo que ahora sucumbe ante la plaga más descomunal del siglo XX».

Marielito, inmigrante, contrarrevolucionario, anticapitalista, homosexual, infecto de sida, muchos motivos para ser perseguido y repudiado. La chica que quiero me decía en Nueva York, una ciudad en la que parece no haber heterosexuales -última ciudad de Arenas- estar out significa ser homosexual abiertamente reconocido. Reinaldo Arenas era un escritor out -como José Lezama Lima, autor de Paradiso, y de Virgilio Piñera Llera-, allí residía el origen de sus problemas porque ser homosexual y declararlo implica una suerte de ideología moral, es situarse al lado de los discriminados y segregados de todo tipo -racial, económico, etc.- pues implica una actitud contestataria, enfrentarse a una sociedad que no los acepta y los margina, donde algunos gay ocultos son privilegiados e incluso represores. Tal vez por ello en Londres un grupo integrado por homosexuales llamado Outrage se dedicaba a dar a conocer a homosexuales encubiertos, sobre todo parlamentarios, algo con lo que Arenas hubiese estado de acuerdo, pues su obra mayor detrás de lo desviado del sexo y su apasionado horror, son alegatos contra el poder y la opresión.

A 1980 pertenece El Palacio de la blanquísimas mofetas, a 1981 el libro de cuentos Termina el desfile y un año después sale a luz Otra vez el mar.

Alguna una vez afirmó que sólo había conocido el infierno; sensación que seguramente se agudizó ante la cercanía de la muerte, luego de que en su insaciable vida sexual, uno de sus eventuales amantes le contagiará el sida. Pero, pese a ello, no declinó y escribió frenético como un poseso en la cumbre de la desesperación, debía culminar el proyecto que lo desvelaba hacia mucho.

Antes que anochezca

Al terrible libro de poemas Leprosorio (1990), se sumaron novelas escritas cuando los síntomas terminales de la enfermedad avanzaban -libros que serán de póstuma publicación. El color del verano de 1991, y su última novela, El asalto, además de su autobiografía iniciada cuando vivía prófugo en un bosque de Cuba, que tituló Antes que anochezca, porque la tuvo que escribir aprovechando al máximo la luz diurna, antes de que anocheciera. «Ahora la noche avanzaba nuevamente en forma más eminente. Era la noche de la muerte. Ahora si tenía que terminar mi autobiografía antes de que anocheciera. Lo tomé como un reto».

Antes que anochezca es un libro escalofriante que apareció en 1992 y opacó toda su obra anterior, incluyendo El mundo alucinante -el texto más importante que publicó mientras estuvo en vida. Se puede decir mucho de este libro, que en él se condensan violencia y erotismo, política y homosexualidad, el compromiso de vivir manifestándose y fornicando, pero siempre estaremos un poco lejos. Distantes del testimonio de un condenado a observar que la luz lo abandona gradualmente.

A él y a otros, como si esto fuera castigo, se le unirá más tarde otro desertor cubano, el escritor experimentalista Severo Sarduy, muerto víctima del sida en 1993, en Paris. Arenas nunca quiso mendigar la vida y por ello tras ponerle punto final a su colosal obra decidió huir de ese nuevo horror, ser un marielito nuevamente y el 7 de diciembre de 1990 se suicida en su departamento de Manhattan en Nueva York.

Es probable que en sus irrefrenables deseos de libertad y su profundo amor por el mar, Reinaldo Arenas creyera en la trascendencia del sexo, y ni después de muerto quiso estar quieto. Por ello en un fragmento de su autoepitafio escrito cuando ya había decidido su fin dice: «Ordenó que sus cenizas fueran lanzadas al mar / donde habrán de fluir constantemente /no ha perdido la costumbre de soñar:/ espera que en sus aguas se zambulla algún adolescente». Es seguro que si él tuvo razón, donde esté, seguirá infectándose de voluptuoso amor.



(c) RAFAEL OJEDA

Fuente: «Reinaldo Arenas y los caminos de Mariel» , por Rafael Ojeda , Red Voltaire , 18 de junio de 2002, www.voltairenet.org/article120481.html