Marosa di Giorgio (Salto, 1932 - Montevideo, 2004): la furtiva magia del mundo.

 

 

 

 

En la década de los setenta, uno de los integrantes, no recuerdo cuál, de la mesa que compartíamos los lunes por la tarde en el café Las palmas, nos comentó que había adquirido en la Librería Hernández 1 un ejemplar de Los papeles salvajes 2 de Marosa di Giorgio. El volumen de tapas anaranjadas luego circularía de mano en mano, y, en más de una ocasión, alguno de los que allí nos reuníamos leyó sus poemas en voz alta. De aquella época  me ha quedado grabado en la memoria: "Cuando llueve mucho los ángeles se alinean en el jardín como pequeños druidas, juntan un poco las puntas rosadas (los caballos al verlos, huyen despavoridos... " .3

En 1991, durante el transcurso de Tráfico Poético, un encuentro uruguayo-argentino de poetas  organizado en Montevideo por Horacio Verzi (revista Graffiti) y Luis Bravo (Ediciones de Uno), tuve la oportunidad de escuchar a Marosa leer sus textos en La Cumparsita, un café-bar cercano a Facultad de Humanidades y Ciencias del Uruguay. Su voz, como el temblor remoto de un trueno lejano, atravesó el local; de su boca las palabras salían imantadas en busca del aire, danzando al compás de un ritmo que es la propia música de nuestra lengua, introduciendo en la tibia noche montevideana "visiones, terrores, alucinaciones, en un mundo donde las condicionantes reales pasan definitivamente a un segundo plano. Logrando "... En la conjunción de lo féerico y lo fantástico [...] un cruce  que a nuestro entender es el que le calza más ajustadamente: lo maravilloso negro. En esa subcategoría del género -donde transitan sin ataduras lo horrible, lo exótico-erótico y lo sobrenatural- las figuras mitológicas (el Diablo, Dios, los ángeles, las santas) no son fantásticas por sí mismas sino porque encarnan con plenitud pagana, lo salvaje y sus instintos. En lo maravilloso negro de di Giorgio lo "monstruoso" representa, o pone en juego, la dicotomía del inconsciente, haciendo real el deseo oculto (inefable), activándose así una poderosa carga de horror y atracción simultáneas." 4

El corpus poético de di Giorgio es el territorio donde se dan cita  y se funden en una voz singular los mundos de  los hermanos  Jacob y Wilhelm Grimm,  Lewis Carroll, el folklore y los mitos populares europeos, Edgar A. Poe, Dylan Thomas, Horacio Quiroga y Delmira Agustini. Respecto de ésta última,  Amir Hamed señala que: "Si Delmira tiene hambre de leones o buitres, Marosa juega a repartir la voracidad en un ambiente de cultura, como la cocina. Es la madre o la abuela que han guisado, lo que es decir, es una Delmira la que hizo la primera cocción" 5 

Marosa di Giorgio nació en la zona agraria de Salto, y vivió en dicha ciudad hasta que en 1978 se trasladó a Montevideo, donde falleció el 17 de agosto de 2004. La zona chacarera de Salto en donde la medida del tiempo tenía una directa relación con las cosechas y la parición del ganado, es el escenario en el que inscribe sus textos, producto de una poética visceral, plena de animismo que vitaliza y humaniza ese paisaje.

Su mirada, nacida de "ojos soñadores de maravillas", como los de Alicia, difiere de la de sus contemporáneos; su voz se corresponde con la de Lewis Carroll en el  poema del prólogo de Alicia a  través del espejo:  "no tocaré con el aliento de la tristeza la delicia de nuestro cuento de hadas". 6

Esta mirada y el deseo de habitar eternamente el universo de la inocencia, la que nunca se permitirá perder, la guían en un proceso de resemantización de ese paisaje agreste y salvaje. Ella lo poblará de brujas, lobos, cipreses, magníficas flores que irisadas adoptan colores casi fantásticos, ángeles, druidas, gallinas que ponen huevos de un oro intenso, liebres de ojos granates, lechuzas con sobretodos oscuros, hongos confitados, cirios danzantes, vegetales animados, diablos ocultos, ángeles que todavía conservan un resto de eternidad, figuras beatíficas, monjas y unicornios sagrados, entre otras cosas. Los nombres de sus  personajes: el joven Van, las doncellas Beryl y Aralda y el señor Yeats, aluden indirectamente al folklore de lejanos pueblos germánicos, al cristianismo de raíces paganas de los primeros celtas.  

En una entrevista confiesa: “Yo era un  testigo, las cosas pasaban, yo las miraba en profundidad, con una atención extrema y dolorosa  [...]  las cosas siguen saliendo, vuelven, se van, vuelven, ¿por qué las  voy a desechar?” - se preguntaba -. Esta actitud que asume no es la de una simple observadora; ella nombra los hechos cotidianos, los objetos y las cosas, y lo hace de modo tal que éstos cobran ante nuestros ojos una nueva perspectiva: " Las flores de zapallo corren por el aire y por la tierra como una enredadera de bengalas; mi madre las siega, las pone en el cesto; de pronto, se estremece, se queda inmóvil; pero; huye hacia la casa; y pronto un aroma a óleo y a almuerzo recorre la casa. Estoy sentada en el comedor, trazo mis deberes -tendré que cruzar el campo, que ir a la escuela- , los platitos y las tacitas se alinean como calaveras de niñas recién nacidas. Surge un diablo; se para a mi lado. Mi madre -desde allá- nota que hay algo extraño entre las paredes; acude; él se oculta; ella va hacia el jardín, dice algo para disimular; luego se arriesga: -Creo que aquéllos están otra vez; hoy vi uno en el zapallar."

Este universo familiar, cuyo centro es  una chacra de Salto, donde la furtiva magia del mundo tiene una presencia real, no es un lugar seguro, se halla en constante peligro. Sobrevivirá, parece susurrarnos al oído Marosa di Giorgio, en tanto la ambición del hombre no se obstine en secularizar lo absoluto y  sobrenatural.    

  

      

1- El viejo local de la Avenida Corrientes 1580.

2- Los papeles salvajes, Arce, Montevideo, 1971.

3- Poema N° 4 de Magnolia, Los papeles Salvajes, Arca, Montevideo, 1971.

4- Luis Bravo, Cuadernos de Marcha (AñoXII, Nº129, julio 1997).

5- Amir Hamed, Uruguay a través de su poesía, Siglo XX, Editorial Graffiti,   

    Montevideo, 1996.

6- The Annotated Alice- Lewis Carroll,  ed. Martin Gardner, Penguin, 1965.

 

 

 

 

 

 

 

 

Poema  X  (de Magnolia)

 

Este melón es una rosa,

este perfuma como una rosa,

adentro debe tener un ángel

con el corazón y la cintura siempre en llamas.

Este es un santo,

vuelve de oro y de perfume

todo lo que toca;

posee  todas las virtudes, ningún defecto,

Yo le rezo,

después  lo voy a festejar en un poema.

ahora, sólo digo lo que él es:

un relámpago,

un perfume,

el hijo varón de las rosas.

 

 

       Esteban Moore, Buenos Aires, 2005.