Postales de humo
Juan Carlos Valle. Karlotti.      

Fucobuxán. León. 2009
ISBN: 978-84-613-1626-7


Karlotti. foto Javier Insausti

Los dedos cuentan mucho en estas postales de humo. Recorren el lomo de una vaca a contrapelo y surge la conversación, “¿quién niega/su vacuna filosofía?”. Y así con cualquier criatura, pájaro, maíz, pez o piedra. Los dedos, a veces, hurgan por ahí, escarban un poco temblorosos y vuelven a reposar, dejando que escapen el agua, la arena, el humo, las cenizas. El sentido del tacto es herramienta imprescindible en el oficio de este poeta. Con ella y gracias a los mapas en relieve se orienta el nómada infinitesimal, atravesando un mundo donde todo son umbrales. Nada que ver con el viajero cosmopolita, vanidoso señor del globo mondo y lirondo.

En las postales, palabras en la punta de la lengua, bocas de mar pintadas, eco de voces que cruzan silbando las fronteras, doblando las esquinas. Varanasi, Lisboa, Lavapiés, Queiruga. Voces que regresan como náufragos salvados. Observatorios limítrofes (suprimidos los feudos amurallados hasta el cielo, las alambradas y la policía aduanera) desde donde se divisan los astilleros. “El mar/ábaco/de olas”.

“Y, a veces, sólo soy/como me hacéis”. El autor, “demasiado viejo para madurar”, menguante y hospitalario, nos invita a la intromisión y el pirateo. “El desierto/y el camello/se copian al caer la tarde”.

Se necesitan también los dedos parpadeantes para captar la luz que colorea estos versos. “Luz arrugada”, mortecina, semejante a la de esos objetos de plata que los antiguos chinos más apreciaban cuanto más visible era la huella negra y amarilla del tiempo y el uso depositada en ellos. Capa de sombra sobre la luz: “¡qué elegante es la fatiga!”.

En estas postales de humo, camellos y vacas rumian con misteriosa naturalidad, ajenos a cualquier bizantina controversia entre herméticos y coloquiales. Se agradece.

Eduardo Gijón
junio, 2009


Javier García Prieto


poemas

    EN EL THAR

                                       Sol, polvo y estiércol
                                       hogar colgado del humo
                                       un cielo
                                       con una vuelta de cometa
                                       entre los dedos
                                       de un niño.

                                       Árboles ardiendo
                                       en el seno de la luz
                                       y la luz inmóvil.
                                       ¿Te parece poco?

                                       Son los camellos
                                       relojes de arena
                                       posados
                                       en las repisas del día.
                                       Sólo tu voz se esfuerza
                                       pastando
                                       en la dirección del mundo

 

CONVOY ATLÁNTICO-FERROL-TRISTEZA

Aquí el cielo
escarba en la tierra
un mar
donde la luz
se hincha
hasta alcanzar los labios.

Aquí donde los trenes mueren
la sal conserva
todos los cadáveres
de este sol
que el mar devuelve
al impávido asombro
de una pintura
sobre papel de arroz.

Mi corazón varado
calla
dejando en manos de los buques
en sus largas vocales
de mansas reses
todos los cuentos que en mi hijita
salvo la luna.

 

LISBOA, UN INVIERNO

un tajo en el cielo.
Apresurados trazos
ponen barcos de lápiz
en la boca del mar.
Es de día
es por la tarde
unos niños juegan entre
los escombros limpísimos del frío
Siempre pasa un tranvía
y siempre una muchacha
cultiva en sus cristales melancolía
Lisboa es pareja del fuego
o son las cenizas del mar?
Pero por sus calles combadas
cruzan gatos
que se disuelven en las esquinas.
Alguien lava sus azulejos
en esta lluvia tan celosa de la luz.
Siempre hay un rincón
donde la ropa canta
y las manos que allí anidan.
Todo el cielo para estas jarcias
es lo que dicen
estas fachadas, estas trastiendas del mar.
Después,
siempre nos queda
volver rasantes a la lentitud
del café
ese, con las luces sumergidas
en la pequeña taza
de tus manos.

   
 

el material gráfico de la portada es de Javier García Prieto, sin fechar,
de la correspondencia entre Prieto, Jorge Vidal y Karlotti.