La poesía de Esteban Moore, ofrece, tres rasgos
distintivos, que parecieran coincidir con los diferentes períodos creativos del
autor. Primero, su acento cargado en lo paradojal y sorprendente que contribuye
a subrayar la vivencia de lo real como indeterminación e imponderabilidad. Así
en La noche en llamas (1982) exhibe una rigurosidad extrema, con versos
que traducen una angustiosa realidad, forma expresiva que se prolonga con un
“grado superior de austeridad” en Providencia terrenal (1983), aunque los
poemas que lo componen están más vinculados con el paisaje natural, y cierta
actitud del poeta donde se registran sensaciones impulsadas por circunstancias
personales. Textos agudos y breves donde el repliegue auto-crítico hace de su
economía verbal su mayor logro. Los poemas de Moore en este sentido “son ricos
porque son pobres” puesto que no son ricos por lo mucho que poseen, sino por lo
poco que necesitan para existir. De ahí que la expresividad de la poesía de
Moore ( entendida como “un grado superior de austeridad”) es el resultado de la
concisión en los medios utilizados, del valor, y del poder de convocatoria de
las palabras. Poesía contenida, intensa, y a la vez cargada de sugerencias, plus
que se proyecta más allá del lenguaje concreto.
En segundo lugar, observamos la valorización de
un fraseo entrecortado con el cual se consuma el alejamiento gradual de la
poesía sobrecargada de imágenes, en favor de una potenciación inconfundiblemente
lírica de ritmos y sonororidades propias del objetivismo y la poesía coloquial.
Como dijera Joaquín O. Giannuzzi a propósito de los poemas de Moore: “…estos
textos revelan la poesía en las cosas y el mundo total.” En este sentido, la
de Moore es una voz que hiere la materia para percibir un matiz distinto, una
incorporación al texto del suceder exterior como un modo de sobresalto
diferente. En cuanto al tono, un registro sobresaliente que opera a la manera de
una constante es la ironía de las composiciones, y una suerte de neutralidad
propias de un lirismo melancólico, que ponen de manifiesto lo que creo, es el
núcleo temático, el mínimo común denominador de la obra poética de Esteban
Moore: ¿es la memoria una forma de olvido? ¿Es el olvido más tenaz que la
memoria?.
La tercera de las características
es la disolución de las fronteras precisas entre realidad externa e interna,
objetiva y subjetiva, a favor de un todo que se caracteriza por la hibridez y
la contigüidad. Pérdida irremediable de la imagen “personal del mundo”. La
realidad, la mirada de lo cotidiano y la experiencia personal se han conjugado
dialécticamente.
En los poemas que componen esta tercera etapa de
la obra de Moore (Con Bogey en Casablanca [1987] hasta Tiempos
que van [ 1994 ] a menudo la expresión lingüística es neutra y está
desprovista de emoción; en cambio, el movimiento de los personajes y la sucesión
de los acontecimientos son tan poéticamente densos, que los poemas dan la
impresión de tirar de la emoción a través del vacío. En muchas ocasiones los
poemas revelan la emoción que sentiríamos al mirar algo que ya no esta ahí;
estuvo ahí, lo vimos, pero ahora se encuentra en otro lugar. Sin embargo,
re-velan la emoción. Los poemas de Moore, parecieran decir que el único modo de
expresar una emoción en forma poética es encontrando lo que Eliot llamó “un
correlativo objetivo”, en otras palabras, un grupo de objetos, una
situación, una cadena de acontecimientos que deberán ser la fórmula de esa
emoción “particular”, tales que, cuando los hechos externos que deben terminar
en una experiencia sensorial sean dados, la emoción sea evocada de inmediato.
En Con Bogey en Casablanca Moore se
arriesga en el empleo del lenguaje coloquial, su mirada se amplía, y el afuera
cobra vida propia. La historia colectiva y la individual, los mitos- los
héroes, Sarmiento, Hernández, Humphrey Bogart-Carlos Gardel, Borges y
Wordsworth conviven en el mismo corpus textual, en el mismo mundo exasperado,
pero desde su óptica cada uno de ellos, igual que el propio Moore pretenden
configurar una explicación existencial del mundo. En rigor, también hay un
temperamento afín a gran parte de la poesía norteamericana de este siglo, que
Moore ha traducido en varias oportunidades, y terminan de consolidar y ubicar la
poesía de Moore en lo cotidiano. Su habitat natural es Buenos Aires, donde el
jazz y el tango conviven armoniosamente. Y donde lo argentino es rescatado por
lo universal. Su ser poético está ordenado por el destino del hombre de hoy que
no puede excluir su pasado, ya que como nos dice Esteban Moore en uno de sus
poemas: “la memoria es un muro que no puede ser derribado.”